viernes, 3 de octubre de 2014

El miedo a la integridad

Un Maestro en esta vida me enseña a aceptar la muerte como parte de la vida. Y me transmite con sabiduría que según como vivamos, moriremos.

Y hablamos horas y horas de los miedos que nos paralizan y nos alejan de la plenitud. Como paredes invisibles que, aún permitiéndonos ver que hay del otro lado, nos impiden avanzar hacia lo que deseamos ser.

Y luego, meditando a solas sobre lo aprendido, dejo fluir mis miedos para poder identificarlos, aceptarlos, y darles su verdadera magnitud. Van a mi lado. No delante mío.

Me encuentro con varios. El miedo a la muerte de mis afectos, el miedo a perder algo valioso, el miedo a engañarme...

Sin embargo hay uno que suena fuerte y claro, y marca mi vida diaria: el miedo a ser uno. Lo identifico como el miedo a unificarme en una persona, la que soy. A comprometerme conmigo, y con los demás, desde la concepción pura y amorosa que tengo de mí. El miedo a mostrarme en estado puro por temor a ser lastimado. Es el miedo a aceptarme y ser coherente con lo que reconozco en mí. Es el miedo a hacerme cargo, sin dramatismo ni cobardía, de lo que elijo ser y hacer.

La dualidad puede ser el mayor de los obstáculos hacia la plenitud. La justificación de ser luz y sombra, espíritu y ego, alma y mente, de arriba y de abajo, quizás sea válida. Es cierto. Pero una vez que la identificamos está en nosotros ser conscientes de ello y buscar armonizar nuestros opuestos. Y desde ahí, interpretarlos como complementos inseparables para la unicidad.

El ser íntegro es, a mi entender, el estado terrenal más cercano a la conciencia divina.

Vivamos haciéndonos cargos de ser. Namasté


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