lunes, 13 de abril de 2015

Los milagros no aparecen. O parecen no ser milagros

Cuando creo que ya he aprendido lo necesario, aparece un nuevo desafío de evolución. Una puerta a algo desconocido para mi mente y mi cuerpo. Quizás un lugar donde mi alma sepa y conozca, pero no recuerda. Es un lugar de inseguridad, miedo, ansiedad, angustia. De sentirme abrumado por no saber que desear o que esperar.

Los milagros no aparecen. O parecen no ser milagros.

Y confundo las señales. Y se me mezclan los tiempos. La ansiedad por el futuro que todo lo resuelve... (?) se mete de lleno en el aquí y ahora y me impide co-crear en libertad. Y no veo con claridad. Y me alejo del amor. Y creo estar solo simplemente porque dejo de creer y de crear. Y no valoro ni agradezco los regalos de la vida y le exijo mas.

Y me enojo y juzgo, y me juzgo y me enojo.

Trato de despertar. De respirar y meditar. Dejo que decante. Y me doy cuenta que es normal. Entendible. Es humano.

Y si soy humano!!  Somos seres espirituales viviendo una experiencia humana!

Entonces, ¿porqué la sorpresa y la desazón?

Quizás sea porque el camino consciente atraviesa inexorablemente lugares inciertos. El estar despiertos nos permite ver y mirar; y entonces descubrimos todo aquello que estando dormidos no podemos percibir.

Es esa la esencia de nuestra vida. Nuestra experiencia humana es absolutamente incierta y he ahí nuestra sabiduría para aplicar nuestra sabiduría.

En cambio, el camino inconsciente busca la certeza. El control de todas las variables.

Y no es confundir "tener el control" con "estar en control". Cuando co-creamos conectados al Universo aprendemos a estar en control de nuestras emociones, sensaciones, respuestas, pensamientos. Pero ello no quiere decir que podemos tener el control de todo aquello que nos atraviesa.

Recuperar la humildad ante lo no conocido es quizás el mejor remedio. Aceptar incondicionalmente cada segundo de lo que vivimos es quizás la mejor opción. Agradecer, aún lo que nos duele (porque por algo y para algo nos duele!) es quizás la mejor muestra de amor hacia Dios y el Universo, y porque no hacia nosotros mismos.

Atraemos lo que somos. Y todo lo que viene a nosotros tiene que ver con nuestra evolución. Si insistimos en rechazarlo, volverá.

Todo lo que ocurre en nuestra vida es lo que tiene que ocurrir.