miércoles, 19 de febrero de 2014

La insatisfacción de la mente

¿Qué buscamos cuando vamos detrás de lo que no tenemos o no somos? ¿Creemos quizás que en lo que nos falta se encuentra la felicidad? ¿O la razón de nuestra vida? ¿O nuestra completitud? 

La insatisfacción con lo que pensamos que somos nos hace ingresar en un camino de complejo retorno, en un laberinto sin salida, buscando siempre aquello que no tenemos, aquello que crea un pensamiento, aquello que ni siquiera podemos corroborar que exista. La insatisfacción radica en el ámbito de la mente, de la razón y del deseo.

Sentirnos insatisfechos exacerba nuestra queja, nuestra desconfianza en lo que somos, modifica nuestro ánimo. Nuestra mente nos indica como importante y fundamental para nuestra evolución que valoremos lo que nos falta, lo que anhelamos. 

¿Pero insatisfacción porqué? Quizás porque no estamos pudiendo ser. ¿O acaso la plenitud, la armonía y la paz no están en el Ser Interno de cada uno? Sin embargo, buscamos afuera.

De un laberinto sin salida solo podemos escaparnos saltando los muros. Cambiando de dimensión. Volviendo a ser desde el alma, y no desde el pensamiento. 

Luego de años de experiencia en esta vida, nuestra mente está entrenada; lleva tiempo adaptandose a los estímulos externos; lleva años "argumentando" contra la voz de nuestro interior. Nuestra mente también "cree" en Dios, en el Universo, en el presente, en la aceptación incondicional... Lo cree desde el conocimiento, desde la racionalidad, desde la finitud de lo que solo sabe, desde su conveniencia para sobrevivir.

Si dejamos que nuestra mente conduzca nuestra vida (así, sin mas, sin un mapa de rutas y opciones) correremos el "riesgo" de cambiar de huella muchas veces. Sin darnos cuenta. Buscaremos referencias externas para ir hacia donde no sabemos. Seguiremos las huellas de otros. Descubriremos lo que ya ha sido descubierto. Y hasta volveremos a los mismos lugares por el solo hecho de no animarnos a elegir nuestro propio camino.

Pero si intentáramos parar, y devolverle el comando de nuestra vida a nuestra Alma, para que armonice nuestro cuerpo y nuestros pensamientos con la sabiduría de su intuición; viendo el "laberinto" desde arriba; fluyendo en un mapa universal en donde construimos nuestra huella "siendo"; veremos que casi mágicamente nos reconoceremos en nuestro viaje.

Y a eso vinimos: a experimentar nuestra propia vida. No la de otro. 

A medida que nos hacemos grandes transitamos por situaciones y experiencias novedosas que nos enriquecen, nos hacen crecer. Lo mismo ocurre con nuestro camino espiritual. Nada es igual a antes. Nada es igual a lo otro. Nada es igual a lo que ya pensamos. Nada es igual a lo que creemos reflejar. Todo es original, único, irrepetible. Porque es nuestra co-creación.

El poder "ver", aunque sea por pequeños momentos, que podemos crear nuestro propio camino y que nuestra vida puede ser diferente por propia decisión y valoración ya es una señal de luz propia, de abrir los ojos de nuestro Ser Interno.  No para buscar en el afuera, si no para encontrarnos en lo que Somos.

Desde ahí, todo lo que nos ocurre será un regalo irrepetible y valioso por su significado y por el amor de quien nos lo regala. Desde ahí, solo hay satisfacción.





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